martes, agosto 22, 2017

Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson



Creo que fue a finales de los 90 cuando leí este mítico libro de relatos que, en conjunto, pueden considerarse también como la novela de un lugar y de un personaje, George Willard, que está presente en todas las historias aunque sólo sea de manera indirecta o como secundario. La edición que yo manejaba entonces (y que aún conservo) pertenecía a una de esas colecciones de kiosco con tapa blanda, letra microscópica, pocos márgenes y un papel de calidad más bien regular. Como me apetecía releerlo, compré esta edición, que aunque ya data de 2009, todavía puede conseguirse en las librerías, algo milagroso porque, incluso habiéndose vendido bien, no es un best-seller en España. Acantilado ofreció una nueva y mejorada traducción, a cargo del prestigioso Miguel Temprano, y una edición tan cuidada como es habitual en esta editorial.

Winesburg, Ohio no ha perdido vigencia ni impacto. Es notoria su influencia en muchos escritores y en muchos cineastas e incluso guionistas, de tal modo que tenemos que considerarla una pieza primordial de la narrativa norteamericana, un ramillete de textos de los que partieron tantas novelas y películas que uno sólo puede asombrarse de la originalidad que tuvo en su momento. Si alguien quiere saber cómo era la vida en un pueblo de Norteamérica de antaño, y sobre todo necesita conocer cómo eran las relaciones entre sus habitantes y sus amoríos y chismorreos y mentiras, sólo tiene que leer o releer esta obra ya clásica. Dos extractos:

La maestra trató de hacerle ver al chico algunas de las dificultades a las que debería enfrentarse como escritor. "Tendrás que conocer la vida", afirmó con voz seria y temblorosa. Cogió a George Willard de los hombros y le hizo volverse hacia ella para poder mirarlo a los ojos. Cualquiera que pasara por allí habría pensado que estaban a punto de besarse. "Si vas a ser escritor, tendrás que dejar de tontear con las palabras –le explicó–. Será mejor que abandones la idea de escribir hasta que estés mejor preparado. Ahora debes vivir. No pretendo asustarte, pero quisiera que comprendieras el alcance de lo que piensas hacer. No debes convertirte en un mero mercachifle de las palabras. Lo más importante es que aprendas a saber lo que la gente piensa, no lo que dice".

[Del relato "La maestra"]

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Estaba a punto de abandonar Winesburg para ir a alguna ciudad, donde esperaba encontrar trabajo en un periódico y se consideraba un adulto. El humor que lo dominaba era típico de los hombres y desconocido por los niños. Se sentía viejo y un poco cansado. Se despertaron muchos recuerdos en él. Aquella nueva sensación de madurez parecía apartarlo de los demás y lo convertía en una figura casi trágica. Quería que alguien comprendiera la sensación que lo embargaba desde la muerte de su madre.
Hay un momento en la vida de todo chico en el que por primera vez se detiene a considerar su vida pasada. Tal vez sea entonces cuando cruza la línea que lo separa de la edad viril. El muchacho va por una calle de su pueblo. Piensa en el futuro y en el papel que desempeñará en la vida. En su interior se despiertan ambiciones y remordimientos. De pronto ocurre algo, se detiene bajo un árbol y se queda como esperando a que alguien lo llame. Los fantasmas de cosas pasadas acuden a su memoria, las voces susurran a su alrededor un mensaje sobre las limitaciones de la vida. De estar bastante seguro de sí mismo pasa a no estar seguro de nada.

[Del relato "Sofisticación"]


[Acantilado. Traducción de Miguel Temprano García]